Cuentos
Estoy loco. Muy loco, me gusta estarlo. Me gusta quedarme mirando a la gente fijamente y decirles lo primero que me pase por la cabeza. Me gusta ver sus caras asustadas y reirme de ellas. No pueden hacerme nada. Mi locura me protege, como la armadura de un caballero.
Cansado, cansado hasta el mismísimo cansacio, hastiado de todos y de todo. Tan harto y agobiado que la nota de suicidio constaba de tan sólo una palabra: "Dimito." |
¿Hay algo peor que ser el mejor amigo de la mujer de la que se está enamorado? Tengo que soportar que me cuente sus charlas con él, sus peleas, sus reconciliaciones. Gracias a Dios no llega al extremo de hablarme de cosas directamente íntimas, aunque desgraciadamente mi imaginación completaba lo que sus risas y sus medias palabras sólo dejaban entrever. Es una tortura, a veces pienso en hacerme el enfadado por algún motivo banal. Pero sólo el pensar en no verla, no escuchar su voz, me resulta del todo insoportable. El estremecimiento que recorre mi piel cuando suena el móvil y es ella que quiere ir al cine o a tomar un café, mi inmensa felicidad cuando su mano me roza, cuando puedo oler sus cabellos. ¿Me compensa? No lo sé. Sólo sé que no puedo hacer nada para cambiar esta situación. Cuando me habla de que se peleó con su novio no puedo evitar albergar esperanzas, aunque sé que son infundadas, aunque no tuviera novio yo soy su "amigo". Nunca me querrá. Y paradojas de la vida, hay otra chica que me quiere, y yo por motivos evidentes no puedo quererla. Simplemente me esfuerzo en conseguir no lastimarla en exceso. En ocasiones he pensado en salir con ella, en intentar el manido "un clavo saca otro clavo". Pero ¿y el olor de sus cabellos? |
Después de meses sin hacerme caso, sin contestar a mis correos, sin llamarme, de responder a mis llamadas con desinterés. Ahora dices que me quieres, que estabas equivocada y que no puedes vivir sin mí. Ahora que por fin he conseguido que mi primer pensamiento cuando me levanto no sea para ti, ahora que no me atormenta pensar en dónde estarás o con quién...Ahora decides estabas equivocada, siempre me quisiste, es sólo que no te diste cuenta de que era amor, ¿acaso pensabas que era una picadura de mosquito?. "Too late" como decía Judy Dench en Shakespeare in love. Me echaste a perder el enamoramiento, ahora no me vas a estropear el olvido, niña malcriada. |
¿En qué momento te perdí? ¿En que momento nos volvimos estos corteses extraños que conviven procurando no molestarse mutuamente? Sólo sé que antes de vivir juntos no quería estar separado de ti, y ahora tengo una sensación de agobio cuando pienso que ya estarás en casa cuando llegue. No soy capaz de recordar la última vez que nos reímos juntos. Al mismo tiempo no quiero ser yo quien plantee que la situación ya no tiene remedio, que es mejor separarnos y seguir cada uno su propio camino. Tú tampoco pareces dispuesta a hacerlo. Lo único que compartimos son las labores de la casa. Casi no nos dirigimos la palabra, uno y otro nos hemos buscado actividades para estar lo menos posible en casa. La situación no es ni mucho menos insostenible, podríamos seguir así durante años y años. Eso es lo que lo hace tan insoportable. |
Después de cumplir setenta años, lo que más le costó fue aprender a vivir con el dolor, esperar cada mañana quince minutos en la cama, sin levantarse. Haciendo un repaso general de su cuerpo. Pensando en que partes le dolían hoy. Y luego levantarse, hacer un café con leche y comerlo con galletas. Mojando las galletas en el café con leche y bebéndoselo muy despacito. Después vestirse y salir a sentarse un rato al parque, al sol. El sol alivia todos los dolores. |
El pueblo era pequeño, blanco, estaba al lado del mar. Fui a parar allí por casualidad, o más bien dicho por culpa de mi sentido de la orientación. Me confundí en varios desvíos, esos malditos caminos de tierra parecen todos iguales, y acabé por encontrar ese extraño lugar junto al mar. Yo era una desgraciada turista, me atreví a alquilar un 4x4 y aventurarme por la costa del Pacífico de este país que creía conocer bien, creo que mi reciente divorcio hizo que me sintiera más atrevida de lo normal, además contaba con unos amigos en la zona, en cuya casa podía alojarme algunos días. Al entrar en el pueblo con la intención de cargar gasolina, me vi sorprendida por diversos detalles, no encontraba la plaza de la iglesia que hay en todos los pueblos, las calles eran tan estrechas que tuve que abandonar el vehículo, y entonces me di cuenta de que no circulaba ningún coche, ni una moto o una bicicleta. A diferencia de otros pueblos de la zona que había conocido, mayoritariamente indígenas y dedicados a la agricultura comunal, a la ganadería (si se puede llamar así a que una familia tenga unas gallinas y otra un cerdito, sólo los más pudientes llegan a poseer una vaca, a veces entre varios propietarios), a la pesca y al comercio de artesanías. En ellos se veía a la gente trajinando, vendiendo y comprando en los mercados callejeros, en cambio en esta localidad no se veía a nadie, pero no daba la impresión de estar abandonada. Las calles estaban limpias y las casas en buen estado, pero el silencio era sobrecogedor, no se oía nada, ni el piar de un pájaro, ni el ladrido de un perro, ni el llanto o la risa de un niño. No sabía que hacer, evidentemente en ese lugar no iba a encontrar una gasolinera y temía que se me acabara el combustible. Además de no saber dónde estaba y qué debía hacer para volver a mi alojamiento. Súbitamente vi una tienda y me dirigí allí, al entrar me sorprendí por que no se veía ninguna clase de mercancía, estaba muy oscuro. Había un escritorio y una silla en la que estaba sentada una mujer joven cuyo aspecto me asombró: era albina y vestía un sencillo traje blanco, sin ningún adorno. La saludé y vi que se sobresaltaba, al girar la cara pude ver por qué no se había percatado de mi presencia: era ciega. Al preguntarle por una gasolinera, pareció que no sabía lo que era, respecto al camino me dijo que nunca había salido del pueblo, nadie podía ayudarme allí y yo debía irme por donde había venido. Sorprendida por su brusquedad me alejé y me fui del pueblo. Tuve la suerte de reencontrar el camino y pude volver a la casa de los amigos con los que me alojaba. Martín y Elena eran profesores en una Universidad de la capital, pero cansados del estrés decidieron alejarse y vivir en un sitio pequeño y trabajar para la empresa privada, desde su casa. En la cena, les conté mi experiencia y pude ver cómo cambiaban sus expresiones. Martín me dijo que habían oído hablar de un poblado como el que yo decía a María, la chica de limpieza, pero que no le habían hecho caso atribuyéndolo, bien al deseo de burlarse de los capitalinos o a las fabulaciones propias de la cultura oral de los indígenas de la zona. No dijeron nada más, pero la cara de Elena reflejaba temor. Incapaz de olvidar mi experiencia, al día siguiente entablé conversación con María aunque sin contarle mi experiencia, pero procuré dirigir la conversación hacia asuntos extraños y gente con físicos peculiares. Pronto ella me habló de "el pueblo", así lo llamaba. Me dijo cosas sorprendentes, entre otras que no sólo aquella chica era albina y ciega, sino que lo era toda la población. En aquel lugar no había niños ni ancianos. No se sabía a que se dedicaban, pero no era a la tierra, ni a la ganadería, tampoco tenían barcos de pesca. En realidad el pueblo había surgido hacía aproximadamente 50 años, nadie se había dado cuenta hasta que un día el abuelo de María que era pastor, lo encontró mientras vagaba con su rebaño. Aquella gente no se relacionaba con los otros pueblos. Cuantas veces se había intentado comerciar con ellos, los comerciantes habían sido expulsados del pueblo. El abuelo de María se había marchado dos años después, afirmando que el mal se había asentado en la comarca y dejando mujer y cinco hijos. Nunca volvió. Tras contar esto María se calló. En la casa trabajaba como cocinera la tía de María, Gloria. Las escuché hablar, la tía reñía a la joven por haberme hablado, diciendo que podía producirse una tragedia, no debía hablarse de esa gente. Todo ello evidentemente despertó mi curiosidad y me hizo acercarme al día siguiente a la ciudad, en busca de la biblioteca comarcal, pues quería investigar en los periódicos locales. Encontré a un amable joven que se mostró sorprendido por que yo pudiera querer ver "papeles" de 50 años atrás. No había periódicos de la época, consulté un mapa de la zona, y compré una guía para llevar en el coche, pese a no estar indicado en el mapa me hice una idea de donde estaba localizado "el pueblo" . Decidí volver a casa y preguntar a María. Al volver sentí una fuerte necesidad de comprobar que había localizado el pueblo realmente. Pero era tarde y sentía temor de que se hiciera de noche. Pensé en acudir al día siguiente. Pero otras circunstancias me lo impidieron, Elena me pidió que la acompañara al médico, evidentemente tuvimos que ir la ciudad. en el viaje me pidió que olvidara mi aventura, que no indagara sobre esa población, me dijo que sentía temor y que no sabía por qué. La acompañé a la consulta y allí la dejé mientras me acercaba a tomar un café. La noticia de Elena es que está embarazada, ahora no puedo quedarme más en su casa, siento que perturbo su intimidad y ellos no me dejan proseguir mis investigaciones. Al día siguiente me acerqué otra vez al pueblo. Abandoné el coche a una cierta distancia y observé la población desde lejos, rodeándola en parte, acercándome a la zona costera, para ver si podía ver a algún habitante, pero aunque tenía la sensación de ser observada no pude ver a nadie. De repente al voltear vi un hombre joven que se acercó, yo permanecí quieta aunque estaba muy asustada, tenía la esperanza de que al no verme no supiera que yo estaba allí, esperanza vana pues me habló advirtiéndome que "ellos" sabían que yo estaba allí y debía irme y olvidar todo. Yo pregunté: -¿Todo? -La existencia y la localización de este lugar. ¡Corra!, tienen amigos, no todos son ciegos y los que lo son...perciben las cosas, como yo. Corrí, hice mi equipaje y me fui de casa de Martín y Helena. Llegué a la capital tan sólo tres días después, en el periódico dice que encontraron a un joven albino y ciego enterrado hasta la cabeza en el jardín de Martín y Helena. No he podido hablar con ellos, ella está hospitalizada, él ha sido detenido. Esta mañana casi me mato, mi coche se quedó sin frenos. Este relato y el mapa que le acompaña han sido entregados a cinco periódicos, todos se han negado a publicarlo. También se lo entregué a mi abogado,no sabe qué hacer con él. Te lo dejo a ti, Martín, con mis excusas, espero que puedas hacer algo con él. Temo que yo pronto no podré hacer nada. |
Flor y cronopio. Un cronopio encuentra una flor solitaria enmedio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz. La flor piensa: "Es como una flor". Julio Cortázar. |
Me obsesiona tu rostro.Tu última fotografía: viejo, cansado, enfermo ¿Cómo pudiste dejar que te la hicieran? ¿Estabas ya sin fuerzas? ¿Habías perdido el juicio? Y sin embargo, esos dedos largos, finos, delicados, esos ojos hundidos, esa boca marchita... algo queda allí en el fondo algo que nos habla y nos dice: aquí estoy. Aún sigo aquí. Tan sólo una semana más tarde él ya no estaba allí y yo supe por las noticias que nunca podría llegar a conocerlo. |
Hoy ando medio ambivalente. No sé si me siento bien o mal. No sé si estoy de buenas o de malas. No sé si salir o quedarme en casa. Estoy enojado por la situación política del aquí y el el ahora, de tantas mentiras, de tantos insultos. Estoy contento porque la decisión que tomé hace dos años fue la acertada, aunque lo hice un poco "a la contra". Estoy preocupado porque pienso que sólo faltan dos años para las próximas elecciones. Tendría que ir al super, pero no tengo ganas, en realidad puedo aprovechar lo que tengo en casa y no ir. En fin que estoy viendo que mi estado de "duda permanente" no me va a dejar hacer nada en todo el día. |
Sólo sé que me invadió una enorme furia, estaba harto de todo y de todos, completamente harto de sus voces, de sus gritos, de sus exigencias. Yo sólo quería estar tranquilo. Me interesa dejar bien claro que no fue algo premeditado, simplemente un día me fui a dar un paseo y decidí no volver. Sabía que mi caso sería uno entre tantos, sabía que mi familia sería capaz de bordar un papel que ocuparía treinta segundos en los programas más sensacionalistas, dirían que yo era un hombre tranquilo y dedicado a mi familia. Que iba del trabajo a casa y de casa al trabajo, que no podía haber desaparecido de manera voluntaria, ya que no me había llevado ni dinero (que no me faltaba), ni mi documentación. Sabía que me buscarían durante algún tiempo, pero sabía también que no me encontrarían, porque soy un hombre muy común y corriente, sin rasgos distintivos. |
Del libro de Ángeles Mastretta: Mujeres de ojos grandes.
Hay gente con la que la vida se ensaña, gente que no tiene una mala racha sino una continua sucesión de tormentas. Casi siempre esa gente se vuelve lacrimosa. Cuando alguien la encuentra, se pone a contar sus desgracias, hasta que otra de sus desgracias acaba siendo que nadie quiere encontrársela. Esto último no le pasó nunca a la tía Ofelia, porque a la tía Ofelia la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y sus infortunios, pero ella jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero ni siquiera se sabe cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno. Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tenía una risa clara y contagiosa que supo soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio llorar jamás. A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol del amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolían como un vértigo el recuerdo, y como la peor amenaza, el futuro. Despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que el dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas, y salía a encontrar a los demás como si los pesares la hicieran flotar. Nadie se atrevió a compadecerla nunca. Era tan extravagante su fortaleza, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuál era su secreto? ¿Quién amparaba sus aflicciones? ¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias? Un día le contó su secreto a una mujer joven cuyas penas parecían no tener remedio: -Hay muchas maneras de dividir a los seres humanos- le dijo-. Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo, y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quien sabe lo que habrá que enfrentar allá.
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Mientras paseo, caminando muy despacio, dándome cuenta de que a menudo estorbo. Mientras compro, acercando mucho los productos al ojo que aún ve medio bien. Mientras calculo si llevo bastante dinero para comprar las cuatro cosas que necesito del super. Mientras cuento los vasos de agua que bebí en el día, pues la médica dice que los ancianos nos deshidratamos con frecuencia porque se nos olvida beber . Todo el día pienso en el bufón que le decía al Rey Lear que Dios se había equivocado, ¿o eran los dioses?, al hacerlo viejo antes que sabio. |
Viviendo en la calle, o quizás sea mejor decir, sobreviviendo en la calle. Caminas y te das cuenta del delgado hilo que te separa de los excluídos, si perdieras tu trabajo, a la edad que tienes y como no tienes familia, en unos meses te verías como ellos. Sobreviviendo, en la calle, tirado como una colilla. |
-Vámonos,-dijo la mujer- este pueblo está cargado de energía negativa. El, acostumbrado a sus expresiones, se rió. -Pero sino hay nadie, Tú sueles hablar de la energía negativa de las personas y aquí no hay nadie. Ella dijo: -Da igual que sea un pueblo abandonado. Es malo, me quiero ir. - Pues vete, yo voy a hacer las fotos. -¿Dónde vas? -A la iglesia, puede que esté abierta. Cuando entraron la iglesia estaba abierta, cuando quisieron salir no lo estaba, gritaron hasta enronquecer, lloraron, discutieron, se reconciliaron y nadie los encontró jamás. |
Hoy me desperté con la sensación de que anoche había bebido demasiado, primero abrí un ojo y luego otro pensando "que esté sola, que esté sola, que esté sola,..." en la cama no había nadie, buena señal. Pero se oía el ruido de la ducha, mala señal. Joder, podría haberse ido a su casa y así me evitaría el problema que tengo ahora...Estuve hablando con dos chicos en la barra, no, eso fue demasiado pronto; bailé con un chico de Girona, no, ese tampoco puede ser; al salir de la disco besé a un inglés, pero él y su amigo se fueron a su hotel. ¿Con quién me fui a casa?¿Pasó algo? Dios, si pasó algo no me acuerdo y tampoco me acuerdo de cómo era, ni de cómo se llamaba. De repente oigo la voz de mi madre: -Mari ...¿Estás despierta? ¿Quieres un café? ¿No se te habría olvidado que llegaba hoy por la mañana? Me he duchado por que me dan un asco esos trenes... Nena, levántate. Ya son las 10. Dios es aún peor que lo imaginado, llegué a las 8, son las 10 y en mi casa está ese ser que hace siempre las preguntas de tres en tres. Dios ¡Qué resaca! |
Su silencio empieza a ponerme nervioso, debe llevar unos tres cuartos de hora sin decir prácticamente nada. Eso debe significar algo. Puede que yo haya olvidado algo que debía hacer o puede ser que haya hecho algo que no debía, o puede simplemente que ella esté absorta en sus propios pensamientos sin pensar en mí. Pero me estoy poniendo nervioso...Recapitulemos, me saludó normal, no puede estar enfadada...Yo no recuerdo haber hecho nada que pudiera molestarla, claro que eso no es garantía. |
...a horse, my kingdom for a horse" (Shakespeare: Richard III, Act V, scene IV)o por un taxi que me sacara de aquí, o por la capa de invisibilidad de Harry Potter. Joder, tengo una mala suerte. Es la primera vez que salgo en meses, por fin la chica de la tienda de enfrente de la oficina ha aceptado salir conmigo y la he llevado a cenar. Y ahora en el restaurante me encuentro a mi ex y al musculitos de gimnasio por el que me dejó. Lo peor es que ella aún no me ha visto y que yo sé exactamente cuándo lo hará. Justo cuando pidan los cafés, se levantará al baño y me verá, por que nunca toma postre y seguro que el sguatzeneguer de pacotilla tampoco. Jolín, la de la tienda lleva un rato hablando y no tengo ni idea de lo que ha dicho.¿Cómo se llamaba? "Dive, thoughts, down to my soul".(Shakespeare:Richard III. Act I, scene I). |
Yo no sé lo que me pasó por la cabeza, pero el bebé no paraba de llorar. No tenía hambre, estaba limpio y no se dormía. Simplemente no paraba de llorar y yo no pude más y salía a la calle y empecé a caminar, al cerrar la puerta sentí un alivio enorme. Y con cada paso que daba sentía más y más alivio, una paz más y más grande y empecé a caminar . Pensé que no tardaría mucho en llegar alguien, pues mi madre y mi suegra me visitaban cada tarde y ellas se harían cargo del niño, seguro que no le pesaría nada malo. ¿Es posible no tener instinto maternal? |
Por la melancolía con que aquella anciana decía "cuando estaba sola"...comprendí que era viuda. Por la alegría con la que dijo "me viene a buscar Ricardo , mi marido"...comprendí que se había vuelto a casar. Y me alegré. |
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- Y yo sin dormir. (10 de Febrero, 2006)
- Amar. (9 de Febrero, 2006)
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