Familia
A mi tía abuela Lía yo siempre le dije abuelita, pues mi abuela verdadera, que era su hermana, murió muy joven. Mi abuelita era una persona amable y cariñosa, que creía en Dios con todo su corazón y que sabía respetar las opiniones ajenas aunque no las compartiera. Pasara lo que pasara, ella te escuchaba y te daba una gran sensación de tranquilidad y paz. No todo en su vida fue fácil, padeció enfermedades y tuvo que atender a su marido que estuvo enfermo durante décadas, con paciencia, solicitud y cariño. Entre mis recuerdos de infancia destacan los que tengo de mi abuelita, recuerdo su risa y sus mimos; como yo extrañaba la comida mexicana por vivir en España, cuando iba a México de vacaciones me hacía frijoles refritos hasta para desayunar. Además de mimarme con toda clase de atenciones. Recuerdo los pasteles que me hacía por mi cumpleaños (especialmente uno con la cara de Mickey Mouse). Pero lo que más recuerdo es que fumaba medio a escondidas y nos pedía a los nietos que le fuéramos a comprar una cajetilla de Commander sin decírselo a nadie y a cambio nos daba dinero para que compráramos paletas heladas (en español de España "polos") de limón o de fresa, la complicidad de ese secreto compartido era maravillosa. Recuerdo su sentido del humor y su dulzura. Y que cuando se iba de casa o alguno de los nietos nos íbamos (por ejemplo al centro), nos hacía arrodillar y nos bendecía. Nunca he creído en dios, pero me encantaba que mi abuelita me bendijera. Cuando se iba de viaje, antes recorría la casa con un misal en una mano y un rosario en la otra rezando toda clase de oraciones a distintos santos: contra los terremotos, los ladrones, las inundaciones, los incendios, los rayos, en fin toda clase de desastres.
Una de las curiosidades de mi vida es que las dos mujeres a las que consideré como mis abuelas no lo eran, eran mis tías-abuelas, la una de sangre y la otra política. A una le decía abuelita y ya escribiré sobre ella en otro momento. La otra era para mí, para mis hermanos y para sus nietos Nony. Era la esposa de mi tío-abuelo Mario al que no conocí, ya que murió cuatro años antes de nacer yo. Era una mujer extraordinaria que supo evolucionar a lo largo de los años, siendo en ocasiones más moderna que la que suscribe, aunque no me considero antigua y eso que hasta los cincuenta años o así había sido bastante anticuada y muy religiosa. Su marido había sido muy celoso y un día que me lo estaba explicando me dijo que lo había sido sin ningún motivo verdadero, pero luego apostilló: -Yo nunca le falté a tu tío, ¡Pero con el pensamiento sí!. Era muy divertida, contaba chistes, bailaba, tocaba el piano de oído y mostrando su gran talento, cocinaba de maravilla, era decidida y alegre. Tenía un carácter de quitarse el sombrero y era una de las personas más vitales que he conocido. Le importaban mucho los buenos modales, eso que se llamaba urbanidad. Era típico de ella que cuando llamaba un vendedor a su puerta y le decía: -Señora, vengo a ofrecerle... -Un momento, joven. Primero buenos días, señora y después lo que usted quiera. Así que yo cierro la puerta, usted vuelve a llamar, me da los buenos días y yo hasta le ofrezco un cafecito mientras usted me explica eso que me quiere vender. Y lo más increíble es que el vendedor lo hacía. También la obedecían los vendedores de las tiendas, los taxistas, en general todo el mundo por que sabía decirte las cosas de una manera dulce pero firme y en una ocasión en que viajó a Rusia hizo que dos señores rusos se lavaran los pies en el lavabo porque les olían mal y cuando llegaron a Moscú ¡ellos le llevaron las maletas!, porque en la Rusia comunista no había maleteros. Guardo con mucho amor algunas de las cartas que nos escribió a mi madre y a mi cuando vinimos a España. Este fragmento refleja para mí una de sus características principales: era LA REINA DE LA FIESTA. "No sé si te platiqué que Ramoncito (uno de sus hijos) me llevó a pasear, pues tenía un Congreso en Aguascalientes y como la Chapita (la esposa de mi tío Ramón) acababa de entrar a trabajar en el Hospital Humana no pudo pedir permiso. La gocé cantidad y me descosí otro tanto, estaba desenvuelta, oportuna y quizá medio coqueta, aunque ya es tarde para eso, pero así fue, viva la franqueza. Te imaginas entre tanto médico, unos más guapos que otros." Cuando escribió eso tenía casi ochenta años. Hay miles de anécdotas de ella que atesoramos toda la familia. Por el motivo de habernos ido de México en sus últimos años la vi sólo en dos ocasiones y ya en la segunda aunque seguía viviendo sola y manteniendo su independencia ya noté algún signo de que su mente ya no era tan brillante y aguda como acostumbraba, me confundía con mi madre al presentarme a sus vecinos. Al final fue a vivir con una de sus hijas, mi tia Paloma, que nos explicó que sus últimos años vivía instalada en su infancia y era feliz, murió mientras dormía, con una sonrisa en los labios. Sobre su infancia ya haré otro post porque vale la pena.Para demostrar lo de la reina de la fiesta le llevaron mariachis al entierro. |